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URGENTE: Lengua y poder. El problema del PP y Vox con las lenguas cooficiales de España 23 septiembre, 2023

Posted by Domingo in España, Soberanía.
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Las lenguas son esencialmente un medio de comunicación, el principal, entre los seres humanos, además del lenguaje no verbal. Por eso cada una de ellas constituye una forma singular de pensar y construir el mundo. Pero, como tal herramienta, son un producto histórico fraguado en unas relaciones sociales y políticas sustancialmente desiguales. Por ello son, al mismo tiempo e inseparablemente, un instrumento de poder, como muy bien reconocen los y las lingüistas.

La Lingua Latina no se extendió por la mitad de Europa (pariendo después las numerosas lenguas romances habladas hoy en ese continente) abriendo “institutos Virgilio”, sino bajo las caligae que calzaban los legionarios romanos. El castellano no es la lengua oficial de casi toda América al sur del Río Bravo (con la notable excepción de Brasil) por su elegancia, sino porque las armas de Castilla lo impusieron a sangre y fuego en todos esos territorios. Ni siquiera se expandió por una parte significativa de la península ibérica debido a su atractivo, sino que lo hizo sobre todo a golpe de conquistas militares.

Castilla nació en el siglo IX como un condado vasallo de la monarquía leonesa, que incluía a su vez los reinos medievales de Galicia, Asturias y León. Pero fue ampliando sus dominios peninsulares fagocitando definitivamente al reino leonés en el siglo XIII (si bien éste mantuvo sus propias instituciones y organización territorial durante toda la Edad Moderna), a sucesivas entidades musulmanas hasta la conquista de Granada en 1492, y al reino de Navarra en 1513. Así se extendió el castellano. Las lenguas configuran y cohesionan los reinos y viceversa: la primera regulación del castellano fue acometida por Alfonso X en la segunda mitad del siglo XIII.

Actualmente el castellano es la lengua materna de la mayoría de los españoles y españolas y es además la lengua oficial del Estado, precisamente por su condición histórica de herramienta del poder político. No obstante, algunas de sus características denotan su propia historia. El 73% de su léxico tiene su origen en el latín, pero un 17% proviene del árabe, revelando del poder que ese otro idioma tuvo en lo que hoy es España.

Pese a la posición hegemónica del castellano, durante toda la Edad Moderna y el siglo XIX pervivieron con mayor o menor fortaleza otras muchas lenguas, todas romances salvo el euskera, representadas en la ilustración que encabeza este texto. Y en el presente continúan vivas poniendo de relieve la enorme riqueza cultural que atesora el pueblo español a pesar del silencio que, de una forma u otra, les impuso el franquismo. Y tres de ellas (el gallego, el euskera, y el catalán) son reconocidas por la Constitución de 1978 como lenguas cooficiales en sus respectivas comunidades, donde, por cierto, están sufriendo un ataque frontal por los gobiernos autónomos del Partido Popular y Vox.

¿A quiénes puede ofender el uso de las lenguas cooficiales también en el Congreso de los Diputados? ¿A quiénes puede inquietar que una parte destacada de la riqueza cultural de España se manifieste libremente en el máximo órgano representativo de la soberanía popular? ¿A quiénes puede irritar que millones de españoles escuchen su lengua materna en el Congreso? ¿A quién puede atemorizar que otros muchos millones de ciudadanos y ciudadanas puedan empezar a apreciar también como suyas esas otras lenguas aunque no las hablen?

En primer lugar, a quienes piensan que el castellano posee en exclusiva el monopolio de la representación de “lo español”, negando una diversidad que muy a pesar suyo existe realmente. Son los mismos que menosprecian incluso las distintas hablas del castellano propias de, por ejemplo, Andalucía y Canarias. En segundo lugar, a quienes consideran partes inseparables de España a Cataluña, Euskadi y Galicia, pero rechazan que su principal creación y expresión cultural tenga cabida en las instituciones del Estado, en el principal órgano de poder político. En definitiva, a quienes viven en un pasado preconstitucional y predemocrático y quieren empujar a toda la ciudadanía a ese pasado en que ellos y sus progenitores (familiares y políticos) ejercían un poder totalitario y, de sus manos, también la lengua castellana.

Son los de Abascal, que abandonaron el hemiciclo del Congreso cuando un diputado del PSOE hizo su intervención en gallego. Y son igualmente los de Feijóo, que difícilmente perdonarán a uno de sus diputados, Borja Sémper, el inicio de su discurso en euskera (contra lo que él mismo había declarado un día antes): para Feijóo el Congreso se ha convertido en “un karaoke”. Y es curioso, porque ambos, Abascal y Feijóo, no destacan precisamente por su buen uso del castellano; y muchos de sus dirigentes estelares, tampoco.

Domingo Marrero Urbín

(Colaborador de O Olho da História entre 2005 y 2018)

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