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Una breve radiografía de nuestros dirigentes belicistas

Fuente: https://creazilla.com/nodes/7117982-prado-los-desastres-de-la-guerra-no-02-con-razon-o-sin-ella-illustration

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No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Éstos son los dirigentes políticos que, con mayor o menor vehemencia y disimulo, pretenden involucrar a los pueblos de Europa en una guerra directa y total contra Rusia que podría convertirse en una confrontación nuclear. O eso parece. Y, desde luego, son los que ya han comprometido a la ciudadanía europea en un conflicto indirecto con Moscú en el territorio ucraniano y a costa de vidas ucranianas: es lo que repite Zelensky cada vez que exige más armamento a sus vecinos del continente y a los dirigentes estadounidenses. Y es lo mismo que han admitido en Washington desde febrero de 2022. Allí algunos se jactan públicamente de estar librando una guerra contra Rusia sin arriesgar una sola vida de sus propios soldados. Sus cálculos y su propósito declarado impulsando esa carnicería eran desgastar a Rusia, a lo que debía contribuir la ya extensísima lista de sanciones unilaterales. Pero aparentemente, y en la OTAN empiezan a reconocerlo, sus cálculos fueron erróneos y su objetivo está muy lejos de ser alcanzado.

Lo que sí ha conseguido holgadamente la Casa Blanca es debilitar a Europa y estrechar su dominio sobre ella, ahora que su hegemonía global está siendo minada no sólo por la competencia china sino también por sus propias decisiones estratégicas de, al menos, el último medio siglo. Y, en la tarea de subordinar aún más a Europa, Washington ha encontrado en buena parte de sus élites políticas unos colaboradores necesarios y unos cómplices indiscutibles. Una sencilla aproximación a sus biografías permite comprender mejor su traición a todos los europeos y europeas.

El primer rasgo en común es que, a excepción de Ursula ven der Leyen, todos son hombres. El poder político, y el poder en general, continúa siendo profundamente sexista. Aunque también es cierto que su desempeño por una mujer no garantiza necesariamente diferencias sustanciales. Y Ursula van der Leyen lo ha demostrado de sobra alineándose sin tapujos con el Estado genocida de Israel.

Una segunda característica es que muchos debían haberse jubilado hace años, o se encuentran a las puertas de tener que hacerlo. Hubo un tiempo en que la vejez y la madurez se consideraron portadoras de cierta sabiduría. Pero Biden o Borrell ejemplifican todo lo contrario, exhibiendo un belicismo que podría calificarse como homicida. ¿Será porque les restan pocos años de vida? Macron, Sunak y Duda no permiten asegurarlo precisamente.

¿O es que su inexperiencia militar les impide reconocer la guerra como la mayor tragedia humana imaginable? Es posible. Tan sólo Stoltenberg hizo el servicio militar, aunque jamás combatió en frente alguno. El belicismo de todos ellos contrasta enormemente con las declaraciones públicas de algunos militares de alta graduación que, por toda Europa, se han opuesto y lo siguen haciendo a la continuación de la guerra de Ucrania: ellos conocen mejor que nadie la inmensa deshumanización que suponen los conflictos armados, aunque sólo sea porque saben cómo llevarlos a cabo.

Es bastante más probable que su extracción social les haya mantenido a ellos (y a ella) y a sus antepasados al margen de los estallidos bélicos que sí azotaron a sus coetáneos. Porque todos, salvo Borrell, nacieron en entornos familiares lo suficientemente opulentos (y más aún) para sortear fácilmente las peores consecuencias de la guerra, que sí sufrieron centenares de millones de personas a su alrededor.

Cabría esperar que sus currículos académicos (incluido el de Borrell), plagados de estudios superiores en universidades de prestigio, les permitirían hacer gala de una perspectiva más amplia y más humanista del incalculable valor de la paz. Pero en realidad sus formaciones académicas sólo les han servido para escalar socialmente, acumulando riqueza al servicio de grandes corporaciones financieras, tecnológicas e incluso relacionadas directamente con la industria militar. Algo que siguen haciendo desde sus muy bien remuneradas responsabilidades políticas, salvo en el caso de Duda, el peor pagado de todos ellos (aunque muy por encima del salario medio anual de sus conciudadanos, que no llega a los 19.000 euros).

Todos estos dirigentes políticos mantienen un fuerte compromiso, pero no con sus correspondientes ciudadanías, sino con sus respectivas élites capitalistas. Con ellas sostienen sólidas alianzas y de ellas forman parte. La guerra y sus preparativos siempre han sido un negocio formidable, y más ahora que el capitalismo atraviesa una crisis estructural que podría ser la definitiva. A pesar de ello resulta difícil admitir que se proponen conducir a Europa (cuando menos) a una catástrofe de magnitud inimaginable, entre otras razones porque saben muy bien que el Kremlin no va a atacar a ningún otro Estado europeo.

La guerra total no es una posibilidad completamente descartable. Pero resulta más plausible que sus pasos hacia una carrera armamentista bajo una supuesta amenaza rusa encierren otras intenciones bastante interesadas: infundir miedo, militarizar la sociedad, y militarizar las mentalidades. Eso les permitiría extender y aumentar su dominio sobre los pueblos europeos hasta su total sometimiento. Es su fórmula para afrontar la crisis global del capitalismo sin lesionar los intereses espurios de los grandes capitalistas, de los suyos, abandonando a su suerte a gran parte de la población. Si las europeas y europeos ahora aceptan en silencio los recortes sociales que exige la carrera belicista, más pronto que tarde consentirán la pérdida de derechos y libertades, la inseguridad, la incertidumbre y hasta el hambre. Una parte ya lo ha hecho.

Domingo Marrero Urbín

(Colaborador de O Olho da História entre 2005 y 2018)

Las Palmas de Gran Canaria, mayo de 2024

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