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URGENTE: La creciente soledad geopolítica de Europa 7 May, 2023

Posted by Domingo in Relaciones Internacionales.
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Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Eurasia#/media/Archivo:Eurasia_(orthographic_projection).svg

Europa, una de las penínsulas asiáticas, está cada vez más sola. Su creciente aislamiento comenzó hace muchos años en un proceso desarrollado en varias etapas. Pero la invasión rusa de Ucrania, la confrontación con China capitaneada por Washington, y la crisis general del sistema capitalista están agravando y haciendo más visible el problema.

Las sucesivas pérdidas de los imperios coloniales de la Edad Moderna y de la Edad Contemporánea fueron disminuyendo su supremacía mundial. Pero no liquidaron su poder sobre extensas regiones del planeta, especialmente en África y Asia. La dependencia económica de las antiguas posesiones ultramarinas y el neocolonialismo desplegado por distintas potencias europeas les permitieron continuar ejerciendo su dominio geopolítico sobre ellas.

Sin embargo, con el nuevo milenio un grupo de Estados de la periferia inició un proceso de crecimiento económico lo suficientemente notable para merecer la denominación de “economías emergentes”, como Brasil, Sudáfrica, India y China (Rusia también forma parte de los BRICS pero es un caso aparte). Fue un despegue promovido en buena medida por las mismas potencias occidentales (especialmente Estados Unidos), mediante la deslocalización industrial masiva en esos países buscando frenar la caída de sus beneficios empresariales.

El caso más espectacular ha sido el de China, que está a punto de convertirse en la primera potencia económica mundial. Lo está logrando, entre otras estrategias, desplazando a Europa y a Estados Unidos de sus mercados internacionales, estableciendo relaciones de cooperación beneficiosas para ambas partes (seguramente más provechosas para Pekín), frente a las prácticas tradicionales de Occidente caracterizadas por un extractivismo puro y duro.

En cuanto a África, Europa sigue siendo en conjunto el principal destino de sus exportaciones, pero China ya es su primer socio comercial individual. Además, es el mayor inversor, el principal financiador de infraestructuras, y el donante más destacado de ayuda al desarrollo. Esa pérdida de relevancia económica europea en el que fue “su continente” hace no mucho más de 50 años está llevando aparejada una indiscutible merma de influencia geopolítica: 17 Estados africanos se abstuvieron de condenar a Rusia en la ONU por la invasión de Ucrania.

China también se ha transformado en el principal aliado comercial de América latina (a excepción de México) y su principal inversor, relegando a Europa y a Estados Unidos a un papel secundario, con las mismas consecuencias geopolíticas. Aunque casi todos los Estados de la región condenaron la invasión de Ucrania, ninguno se ha unido al envío de armas y, menos todavía, a las sanciones impuestas a Rusia. Brasil (cuyo nuevo presidente se ha involucrado en las iniciativas de paz), México, Colombia o Argentina son buenos ejemplos.

Lo mismo está sucediendo en Asia, donde China ha desbancado igualmente a Europa y Estados Unidos como principal socio comercial del continente. Europa se mantiene en el segundo puesto, mientras sus intercambios de bienes con Pekín son ya los más importantes para ambas, pese a que la OTAN ha declarado a China como la principal amenaza para Occidente. Pero la fuerza geopolítica europea en Asia es menor que su papel económico y se manifestó igualmente en la condena de la agresión contra Ucrania, en la que se abstuvieron 14 Estados asiáticos, entre ellos la misma China, Pakistán, Bangladés o India. Y el ministro indio de exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, lo expresó claramente en junio de 2022 durante un visita a Europa. Vino a decir, aunque con más elegancia, que los problemas europeos empiezan a importar un bledo al resto del mundo. Tan sólo el trato de la instituciones europeas a los refugiados e inmigrantes irregulares afroasiáticos es suficiente motivo para ello.

El papel de la UE (cuya membresía coincide en gran medida con el pilar europeo de la OTAN) en la guerra de Ucrania también está deteriorando sus vínculos con “la otra” Europa (Rusia, Bielorrusia y, en menor medida, Serbia) y está provocando cierta disrupción en su seno (Hungría y Bulgaria). Además, Austria y Moldavia están permaneciendo al margen del conflicto declarándose neutrales. Pero Rusia sigue siendo decisiva para el resto del continente. Tanto es así que la escalada de sanciones contra Moscú y el apoyo militar masivo a Ucrania no han impedido la transferencia de más de 100.000 millones de euros desde la UE a Rusia el año pasado. Algunos países incluso han aumentado el valor de sus compras, como España (con el gas natural licuado) o Bélgica (con los diamantes). Cuando termine la guerra es muy probable que aumenten las relaciones económicas, pero será difícil que prosperen mucho más, porque este conflicto ha reforzado la alianza estratégica entre Moscú y Pekín y su integración económica con Asia en general. Es bastante improbable que Rusia vuelva a insistir en su inclusión económica y geopolítica en Europa al menos durante mucho tiempo, como hizo durante los años 90 y comienzos de los 2000. Y menos aún que muestre alguna simpatía por los problemas de la Unión. La voladura del gasoducto Nord Stream constituye todo un símbolo de esa ruptura.

Por último, suele repetirse que el conflicto ucraniano ha reforzado los vínculos entre los aliados de la OTAN, entre Estados Unidos y Europa. Eso es del todo cierto, sólo que esas relaciones no son de amistad, sino de subordinación europea a los intereses de las élites estadounidenses. Y Washington nunca ha dudado en perjudicar a Europa para defender tales intereses, especialmente ahora que el sistema capitalista está en medio de una crisis general al menos desde 2008 y que China le está ganando el terreno en todas partes.

Lo hizo al promover el Euromaidán, el golpe de Estado raíz inmediata del actual conflicto armado en Ucrania. Cuando el golpe ya había triunfado en febrero de 2014, Victoria Nuland (responsable de asuntos europeos y euroasiáticos del Departamento de Estado bajo la presidencia de Obama) lo explicitó nítidamente con su famoso “que se joda la UE”. A Washington también le importa un bledo la estabilidad y la paz en Europa, alimentando la guerra en vez de forzar negociaciones de paz. Tampoco le importa el respeto a los contratos internacionales. En 2021 forzó a Australia a romper un acuerdo con Francia para adquirir 12 submarinos convencionales a cambio de comprar varios sumergibles de propulsión nuclear estadounidenses en el marco de la recién fundada alianza militar AUKUS (integrada por Australia, Reino Unido y Estados Unidos). París calificó ese movimiento como una puñalada por la espalda. Y en agosto de 2022 Biden anunció un plan de reindustrialización “verde” para atraer a su territorio a grandes empresas con un presupuesto de 369.000 millones de dólares en incentivos. El temor a una feroz desindustrialización se extendió por las instituciones europeas, que se vieron obligadas a presentar su propio contraplán. «No voy a pedir perdón por invertir en hacer a Estados Unidos fuerte», fue lo más amistoso que Biden ha declarado al respecto. Con amigos así no hace falta tener enemigos.

Domingo Marrero Urbín

(Colaborador de O Olho da História)

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