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URGENTE: Algunas mentiras y ocultaciones de los grandes medios occidentales sobre la invasión rusa de Ucrania 27 marzo, 2023

Posted by Domingo in Relaciones Internacionales.
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Fuente: https://www.publico.es/internacional/hermetica-batalla-jerson-frena-referendum-anexion-rusia.html

Pocos días después de empezar la invasión de Ucrania, la UE decidió censurar todos los medios de comunicación rusos impidiendo el acceso de la ciudadanía europea a sus contenidos, especialmente a través de Internet. Los dirigentes de la Unión pretendían proteger a los europeos y europeas de la desinformación rusa, que efectivamente se está produciendo. Pero, como advirtieron algunas voces, esa decisión también constituye un acto de desinformación, de propaganda, que podríamos denominar “pasiva”.

Sin embargo, en Europa y Occidente en general los grandes medios de comunicación, prácticamente sin excepciones, están ejecutando una campaña de desinformación “activa”. No se refiere a los avances o retrocesos de los beligerantes, o a cuál de los dos tiene más posibilidades de ganar la guerra, si eso fuera posible. Es una desinformación que afecta a elementos esenciales del conflicto y sus causas, cuya ocultación provoca cuando menos una imagen bastante distorsionada del mismo, y que puede generar además unas expectativas poco realistas en la ciudadanía sobre su resolución.

Es muy común escuchar o leer expresiones como “la guerra de Putin” o “el ejército de Putin”, además de descalificaciones de todo tipo sobre su persona que pretenden demonizarlo. Pero, sobre todo, es un ejercicio de personalización totalmente falaz que se ha visto reforzado hace pocos días por la orden de detención contra él emitida por la Corte Penal Internacional, cuya autoridad, por cierto, no reconoce Estados Unidos. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Todo el arco político ruso ha respaldado las decisiones del Kremlin sobre Ucrania desde 2014 hasta la actualidad. La anexión de Crimea en marzo de aquel año fue aprobada por el 98,4% de la Duma y el 91% del Consejo de la Federación. Y la incorporación del Donbass a la Federación en octubre de 2022 tuvo el respaldo unánime de ambas cámaras representativas. Ciertamente la política interna es otro asunto, y una parte de la población es muy crítica con Putin por muchas razones. Pero, según el Levada Center, una ONG demoscópica rusa catalogada oficialmente como “agente extranjero” por el Kremlin desde 2016, el índice de aprobación de Putin entre 2014 y 2018 superó siempre el 80%. Su peor puntuación, un 60%, la obtuvo en 2020 por las restricciones impuestas a causa de la pandemia, una cifra con la que sueñan los principales dirigentes políticos occidentales, quienes no han llegado jamás al 50%. Y, después de la movilización parcial decretada en octubre, la aprobación del presidente era del 77%, pese a la multitud de protestas que provocó, con millares de detenidos. Vladimir Putin no está precisamente solo en el interior de su país.

Tampoco está sola la Federación Rusa en el exterior de sus fronteras. La anexión de Crimea fue condenada en la ONU por 100 países, pero 11 se opusieron a la reprobación, 24 se ausentaron, y 58 se abstuvieron. La invasión de Ucrania el pasado año reunió más votos de condena por su extrema gravedad, aunque 5 Estados rechazaron la resolución, 12 no asistieron a la asamblea, y 35 se abstuvieron, entre los últimos China y la India. Juntas suman el 35% de la población mundial y sus compras a Rusia desde el comienzo de la invasión han aumentado un 98% y un 430% respectivamente. Ni siquiera la UE ha abandonado a Rusia. Entre febrero y noviembre de 2022 le transfirió más de 100.000 millones de euros a cambio de hidrocarburos, y otras cantidades por sus diamantes, su uranio y más productos. Y es que, con su enormidad territorial e histórica, la federación Rusa también es Europa por mucho que pese a las élites estadounidenses.

El detonante definitivo de la invasión, y antes de la anexión de Crimea, fue la insistencia de Kiev en reclamar su adhesión a la OTAN, espoleada por Washington desde muchos años atrás, y contra el también reiterado rechazo del Kremlin. Moscú no ha dejado de denunciar la ampliación de la Alianza hacia el este desde que comenzó en 1999, alegando las promesas de distintos dirigentes occidentales a Gorbachov, quienes le aseguraron una y otra vez entre 1990 y 1991 que tal expansión nunca sucedería. Muchos medios occidentales han ocultado o negado la existencia de esas garantías. Pero, para su infortunio, figuran en un buen puñado de documentos oficiales estadounidenses. Otros medios han preferido apostillar que nunca formaron parte de acuerdo o tratado internacional alguno, convirtiéndose así en adalides de la hipocresía, la mentira y la traición de las que Mikjail Gorbachov fue víctima sin duda alguna. Y tampoco quieren recordar que Rusia propuso su ingreso en la OTAN en tres ocasiones: Gorbachov en 1990 (cuando todavía era la URSS), Yeltsin en 1991, y Putin en 2000. ¿Por qué Polonia, Lituania o Hungría sí pudieron entrar y Rusia no?

Dos documentos oficiales o paraoficiales estadounidenses responden la anterior pregunta, y ningún gran medio de comunicación occidental los ha recordado a lo largo del último año. El primero, la Guía de Planificación de la Defensa de 1992, o Doctrina Wolfowitz, proponía, entre otros objetivos, impedir el ascenso de cualquier potencia que pudiera desafiar la supremacía estadounidense, especialmente Rusia. El segundo es un informe de la Corporación Rand de 2019. Es el mayor tanque de pensamiento estadounidense, con 1.800 empleados, cuya financiación depende sobre todo del gobierno y especialmente del Departamento de Defensa. Su documento propone desgastar a Rusia obligándola a expandirse territorialmente en una guerra contra Ucrania, que Estados Unidos instigaría armando a Kiev hasta los dientes. También apunta, entre otros objetivos, promover una guerra entre Azerbaiyán (aliado de Washington) y Armenia (aliado de Moscú), o conseguir la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN. Washington ha logrado todo eso, o está a punto de hacerlo.

Las ocultaciones anteriores facilitan mucho calificar la invasión de Ucrania como una acción imperialista, al igual que la anexión de Crimea. Pero unos cuantos expertos en geopolítica, como Carles Jovaní o Jeremy Kotkin, no han dudado que la ocupación de Crimea fue una acción defensiva. ¿Lo será también la invasión de Ucrania? La Federación Rusa mantiene instalaciones militares en 9 Estados, la mayoría vecinos del Cáucaso y Asia central. Y la más remota se encuentra en Siria. Mientras que Estados Unidos posee 800 bases militares (algunos reducen la cifra a 254) en más de 70 países, con 173.000 soldados fuera de sus fronteras. ¿Como denominar ese formidable despliegue militar global, tan naturalizado (y aceptado) por la prensa occidental que parece no existir?

Es legítimo (aunque también algo inútil, porque es un ejercicio contrafactual) preguntarse si la invasión de Ucrania era la única opción posible para Moscú, si no tuvo otra posibilidad que caer en la trampa tendida por Washington. Posiblemente sí, pero todos los factores anteriores empujaron al Kremlin a la guerra. Por un lado, la desconfianza en Occidente, más que justificada por los hechos, y, por otro, la fortaleza interna de Putin y la consolidación de sus relaciones exteriores en Asia fueron probablemente los principales elementos que pesaron en esa decisión.

Esta guerra forma parte del actual reajuste de la supremacía capitalista mundial, que enfrenta a tres potencias particularmente nacionalistas: China, Rusia y Estados Unidos (con su doctrina del Destino Manifiesto encomendado por Dios). Una improbable victoria total rusa, e incluso un acuerdo de paz con concesiones por ambas partes, reforzaría el binomio formado por Pekín y Moscú, cuyo principal objetivo es una Ucrania neutral. Por eso Pekín ha presentado formalmente un plan de paz que beneficiaría a Ucrania, Rusia, Europa y China (y al resto del planeta). Y por eso también se han apresurado a rechazarlo Washington y sus vasallos europeos (pese a que les favorece). Sólo una quimérica victoria ucraniana, que todavía muchos medios siguen presentando como posible, beneficiaría a las élites estadounidenses. Sin embargo, un reciente informe de la Corporación Rand aconsejando poner fin a la guerra, pese al formidable negocio que está suponiendo para sus petroleras y su complejo militar-industrial, implica una derrota para los Estados Unidos. Y es que una escalada aún mayor, con un enfrentamiento directo previsiblemente nuclear entre Rusia y la OTAN, extendería el horror a toda la humanidad. Habrá que ver cómo cuentan esa derrota los medios occidentales.

Domingo Marrero Urbín

(Colaborador de O Olho da História)

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